Hoy os voy a hablar sobre mi experiencia como “coolhunting” en Japón. De esto hace ya casi 3 años, pero lo sigo recordando como si fuera ayer…, recuerdo como me encantaba sentarme en una terraza y empezar a observar a la gente de la ciudad. Me pasaba horas analizando el estilismo de la gente “joven”, como iban peinados, sus vestidos y complementos, etc.
Yo siempre he viajado mucho, pero me quedaba siempre con las ganas de pasar algunos días en los maravillosos salones que iba conociendo al mismo tiempo que las ciudades donde estaban. Fue entonces cuando decidí pasar una semana al año en algunos salones del mundo.
Mi primer viaje profesional fue a Londres, donde tuve la oportunidad de visitar de primera mano dos de los salones más “in” e importantes de la metrópoli anglosajona. Me gustó tanto la experiencia que quise repetir el año siguiente y me fui a París, después Florencia, Taiwán y luego Japón.
En Japón recorrí Kyoto y Tòkio durante 12 días, y fue visitando algunos de los más reconocidos salones de la isla nipona donde me di cuenta de la importancia del “darte a conocer”, el preocuparte por el cliente, etc. A partir de este punto, empecé a averiguar el porqué y cómo algunos salones llegan a triunfar por todo el mundo y otros no. La respuesta completa no la tengo, pero, sin duda alguna, la proyección que damos de nosotros mismos es uno de los puntos importantes del éxito, por no decir el que más. Posicionarse, esta es la clave. Averiguar “qué” tiene nuestro negocio que no tengan los otros y optimizar su proyección hacia fuera. Algunos salones serán los más famosos en tendencias, otros en la buena imagen y en el marketing que tienen, pero no hemos de olvidar que lo más importante que tenemos en cualquier negocio son los clientes y que sin ellos simplemente no hay “negocio”. Y es que, como dicen los expertos en investigación de mercados, conseguir un nuevo cliente es 5 veces más caro que mantener uno actual. Un cliente satisfecho lo dice a una media de 5 personas, mientras que un cliente insatisfecho lo dice a una media de 12 personas. Así que invertir en bienestar para el cliente definitivamente sale a cuenta, y si algo aprendí de los japoneses, aparte de que les encanta hacerse permanentes y aclararse el cabello, es a como se debe de tratar al cliente. Me impresionó el protocolo y sus buenas maneras, nunca existe un “no” para el cliente, siempre una sonrisa, un más que educado recibimiento, siempre al servicio del cliente, que no le falte de nada y cuando éste se va, todos se despiden con una sonrisa.